La política peruana está en una situación penosa. Lejos de tender a consolidarse en un sistema de pocos partidos institucionalizados que le den estabilidad y realidad a la democracia, se disgrega cada vez más en múltiples agrupaciones pequeñas y efímeras que crean el escenario para un nuevo autoritarismo. La entropía política no se detiene. Al punto que los partidos ya no tienen ni cuadros. Cómo será el asunto que, como ha acertado Juan Paredes Castro, ningún partido es capaz de presentar un candidato fuerte para Lima Metropolitana ni les interesa hacerlo. Entonces ya no tienen sentido. Deberían juntarse, pero no lo van a hacer.
Mientras tanto, la candidatura de Jaime Bayly sube a 5% en el ámbito nacional y puede convertirse en el puntillazo final de la política o, alternativamente, en su refundación. Pues lo sugestivo es que la intención de voto por él es tres veces más alta (10%) entre los jóvenes menores de 25 años, que entre los mayores. Jóvenes que a duras penas saben quién es el presidente están hablando de política. Ese es el fenómeno. Lo que sugiere que, en efecto, la candidatura de Bayly podría ser, paradójicamente, el comienzo de la regeneración de la política nacional si es que se decidiera a convertir su actuación en algo más que un acto egocéntrico de burla, desafío o regeneración personal. Es decir, si se decidiera a organizar un verdadero partido político —liberal, digamos— que incorpore de manera orgánica a esos jóvenes, los eduque en la preocupación nacional y desarrolle en ellos una vocación de liderazgo político y de servicio público.
Pues el síntoma de muerte de los partidos es la ausencia de jóvenes en ellos. La comunidad política se envejece, fragmenta y desprestigia cada vez más. Bayly podría simplemente terminar de desprestigiarla, pero también podría aportar la gran novedad de reincorporar a los jóvenes, renovándola. Así, Bayly podría no llegar a la presidencia en esta ocasión, pero fundaría un partido que, si se combina con reformas en el sistema de elegir congresistas, ayudaría a formar en el mediano plazo un sistema de pocos partidos serios y vitales, una democracia estable. Eso puede ser más importante que una gestión gubernamental. Pero requiere pasar de la travesura-aventura personal al emprendimiento político serio. Usar sus talentos para algo más que la redención personal.
La pregunta es si está dotado para ese nivel de desafío. Y la respuesta, por el momento, es negativa. Bayly destruye apenas construye. Agrede compulsivamente incluso a quienes, pensando como él, podrían ser sus colaboradores. Tendría que estar por encima de sus iras, controlar el ego, agradecer las críticas. ¿Podrá?
Por: Jaime de Althaus Guarderas
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario